Actualización docente: ¿formarse por puntos o por vocación?
Cuando la formación deja de ser un trámite y empieza a ser una necesidad real
Cuando empecé a trabajar como maestro, entré en un claustro agotado. Todos repetían que había que actualizarse, pero casi nadie confiaba en la formación de la administración. En los pasillos se hablaba de cursos para “sumar horas”, de másteres que parecían “saca dineros” y de formaciones que apenas dejaban huella en el aula.
Esa contradicción me llevó a investigar qué significa de verdad actualizarse como docente y qué factores lo hacen posible o lo bloquean. Aquel trabajo se convirtió en mi primera publicación académica: entrevistas a maestros en activo en Andalucía para escuchar sus necesidades reales de actualización.
La formación inicial ya no basta
Durante mi investigación, un grupo de maestros lo resumió con frases que aún resuenan:
- “Muchos cursos del CEP no me han servido para nada.”
- “Lo importante no es firmar la asistencia, es aprender lo que de verdad necesitas en clase.”
- “No somos niños, somos adultos. Nadie debería obligarnos a formarnos; debería nacer de nosotros.”
En paralelo, preparando oposiciones, veo el contraste: docentes con una diplomatura antigua y sin acreditación lingüística conviven con opositores que ya rozan el doctorado. La brecha es evidente. Y confirma lo que intuía: la formación inicial no basta, y la continua, en demasiados casos, tampoco cumple su propósito.
Los obstáculos de la actualización docente
Lo que encontré en mi investigación puede sonar familiar:
- Tiempo: la jornada docente apenas deja espacio para aprender algo nuevo.
- Utilidad práctica: demasiada teoría, poca conexión con la realidad del aula.
- Burocracia: cursos vinculados a sexenios más que a mejoras reales.
- Coste personal: másteres caros e incompatibles con la vida familiar.
A esto se suma lo que vivo cada día preparando oposiciones: opositores y docentes con ilusión, pero también con cansancio acumulado. Algunos se forman solo para “cumplir horas”. Otros confiesan sentirse perdidos en un océano de oferta formativa que aporta poco para el aula o para el examen.
La paradoja es clara: todos saben que deben actualizarse, pero los formatos tradicionales no responden a lo que de verdad necesitan.
La clave hoy: la competencia digital docente y las metodologías activas
Si hace unos años bastaba con manejar herramientas básicas, hoy el debate va más allá: hablamos de competencia digital docente y de metodologías activas que sitúan al alumnado en el centro del aprendizaje.
El nuevo marco digital establece niveles progresivos, de A1 a C2, para diagnosticar y planificar la actualización en aspectos como:
- Integrar la tecnología en la práctica pedagógica.
- Evaluar con herramientas digitales.
- Desarrollar entornos de aprendizaje virtual.
- Proteger datos y trabajar con seguridad online.
En paralelo, las metodologías activas —aprendizaje cooperativo, proyectos, flipped classroom— reclaman un docente que se forme no solo en “qué enseñar”, sino en cómo diseñar experiencias de aula más participativas y significativas.
Por primera vez, hablamos de objetivos claros y evaluables. Una brújula frente al simple “suma horas” que convertía la formación en trámite.
Formarse por puntos… o por vocación
La pregunta que late detrás de todo esto es incómoda:
👉 ¿Nos formamos porque creemos en ello o porque necesitamos el papel que lo acredita?
Durante mi investigación, esa tensión era evidente. Muchos docentes reconocían haberse apuntado a cursos para cumplir horas de sexenio, mientras que otros insistían en que su formación más valiosa era la que habían buscado por necesidad real en el aula.
La diferencia está en la motivación:
- Por puntos: acumular certificados para subir en la escala administrativa.
- Por vocación: aprender algo que mejora directamente tu enseñanza.
Una llamada personal
Hoy sigo convencido de que actualizarse no es un lujo, ni un trámite, ni un simple complemento salarial. Es una obligación moral con nuestros alumnos y con la sociedad.
Por eso nace este espacio, Reforma Docente: para repensar juntos cómo debería ser la actualización profesional de los maestros y profesores. Sin maquillajes. Sin cursos de postureo. Con propuestas que realmente cambien nuestra práctica.
Y aquí me interesa tu voz:
👉 ¿Qué formación consideras que necesitas hoy mismo para mejorar tu docencia?
Déjamelo en los comentarios. Tal vez tu respuesta sea el punto de partida de mi próximo artículo. De hecho, este artículo nace de mi primer trabajo académico publicado en una revista educativa, centrado en la actualización docente en Andalucía.
Hoy quiero que Reforma Docente sea la continuación de aquel camino, pero en un formato abierto, cercano y compartido.